Santorini
puede ser el destino soñado si no viajas
en el coche (camino al aeropuerto de Barcelona) con una quinceañera enquistada
en:
-¿Cómo me podéis hacer
esto? Mis amigas en San Fermín y yo me tengo que ir con vosotros. ¡Mañana me
han dicho que va a haber un desfase! Y hoy… hoy ellas se van al concierto de
Carlos Jeans y yo tengo que aguantarme e irme con vosotros a Grecia… Jo, tío.
Pensábamos que
nos iban a hacer pagar nuevas tasas de aeropuerto y Amaia (de Viajes Itsaslur) estaba pendiente en la oficina por si teníamos algún problema. Todo
genial, como siempre: a pesar de llevar 4 maletas, 5 bolsos de mano, la silleta
y, cómo no, las sandalias con plataforma que me han hecho quitarme, para pasar
el control como si con una familia numerosa pudieras tener tiempo de hacer
manualidades y traficar con droga.
Santorini es pequeña
(poco más de 30 Km de larga) pero maravillosa. Desde la capital se ve el mar a
ambos lados. Uno de esos lugares en los que entiendes que los expertos se
empeñen en decir que era el lugar donde estaba la Atlántida, antes de ser
devorada por el mar.
Una isla azul
y blanca. Un tópico, ya lo sé; pero es blanco y azul el cielo, las casas, la
luz, las cúpulas de las iglesias, y el cielo, y el mar. En la piscina del HotelOrizontes todo es paz y descanso. Las tres piscinas integradas (la
grande, la baby y el jacuzzi), las tumbonas de fieltro blanco, los grandes
maceteros y el vino blanco de Santorini que, tal vez es un poco intenso, pero
sabroso.
Orizontes está en Pyrgos, que es un pueblo menos
turístico que la mayoría de la isla y con unas iglesias tan espectaculares como
sus cuestas estrechas y altas. Hace falta usar el piolet para llegar al
restaurante Kampali a comer una ensalada griega (con queso Feta, por supuesto),
tzatziki y mousaka. También en el Penelope`s Café se come bien, más casero:
albóndigas de carne y verduras y unas bolas de tomate sencillamente increíbles.
El Monasterio
de Ilia es el punto más alto de la isla. Ilia estaba emocionada de encontrar,
por fin algo que llevara su nombre acostumbrada a que Iruña tenga siempre todo
el protagonismo. Eso sí, la carretera para llegar hasta allí daba auténtico
pánico pero merece la pena para llegar hasta la iglesia ortodoxa, pequeña y
rodeada de viñedos y hiedras en medio de un paisaje árido que hace que el verde
resalte aun más.
En Perissa
descubrimos la mejor playa para ir con niños de todo Santorini, o eso dice la
gente que vive por allí aunque a las personas acostumbradas a la costa del
Mediterráneo les puede parecer pedregosa y negra, de isla volcánica y salvaje.
Comer allí un yogourt griego con miel es uno de esos placeres que nadie debería
perderse.
En Thira (o Fira, según los mapas) parecía que había
una convención de rubias. En realidad, en toda
la isla, como si todas las turistas rubias del mundo se hubieran puesto
de acuerdo para viajar allí. Los griegos de Santorini (y también una gran parte
de los turistas) tienen una genética maravillosa. No he visto tanta gente guapa
por metro cuadrado en ningún sitio del mundo. y no es solo porque me sienta
feliz.
Me compré un
collar de coral rojo del Egeo. O eso es lo que me dijo la dependienta de la
tienda y como construir recuerdos a veces es una cuestión de fe, yo decidí
creerla. La catedral católica, justo al lado, también era digna de recordar,
sobre todo por el momento en el que llegamos. Tiene una vidriera policromada
que, a las 7 de la tarde, proyecta un arco iris en medio de la nave de la
iglesia. Parecía una novela de misterio que marcaba el secreto mejor guardado,
como en una de Dan Brown.
Y, por
supuesto, Oia. El juego de palabras es fácil y un poco tonto pero, cuando vas a
Santorni, todo el mundo te dice ID a OIA… Es mágico. Dicen que Oia es la mejor
puesta de sol del mundo y siempre había creído que lo que había en Oia era un
publicista maravilloso, que había sabido vender un producto. Hasta que llegamos
allí. Santorini es una isla turística, pero en ningún caso masificada. Hasta
que llegamos a Oia a ver la puesta de sol en manada con cientos de turistas
corriendo alrededor para encontrar el mejor sitio desde donde disfrutarla. Y
tú, cargada con la silleta tratando de seguir ese ritmo infernal.
Hemos cogido
sitio en un pretil que era un peligro porque nuestro pirata particular de tres
años quería lanzarse a buscar malandrines y bucaneros cuesta abajo (los sesos
agua, si…); pero Ion ha encontrado un
sitio mucho mejor. La terraza del “Marizan Caves” donde hemos pedido vino,
cerveza, chocolates… mientras el sol se ponía en tonos dorados y el mar
brillaba en oro. Inolvidable. Uno de esos momentos para recordar toda la vida,
De todos
modos, si alguien cree que los sanfermines son caóticos, es que no ha estado en
el Little Port de Santorini. Teníamos billetes para viajar en el Cosmojet desde
hace meses. Ya nos habían avisado que no operaba y que tendríamos que ir en el
Megajet, pero al llegar, estaba completo y un centenar de personas no cabíamos.
A la familia japonesa que teníamos delante les han dado un billete para salir a
las 9 de la noche (teníamos que salir a las 6 de la tarde). Pánico total con un
bebé de 3 años que gritaba que él quería subir al barcoooooo (ya digo que las
historias de piratas le han hecho los sesos agua estilo las novelas de
caballería a Don Quijote). Al final, nos han cambiado los billetes por los de
la familia Udovichenko, para un barco que salía 15 minutos antes que el que
teníamos previsto. Así que hemos navegado con una falsa identidad, como
testigos protegidos surcando las aguas azules del cálido mar Egeo.
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